La Existencia de
Dios
En el Libro de
Génesis, capítulo 1 verso, declara que Dios como Él creador del
universo. La Biblia no trata de comprobar que Dios existe; simplemente
lo afirma. La creación misma da testimonio de que hay un Creador no
creado, eterno, omnipotente, omnisciente, omnipresente y perfecto.
(Génesis 1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra. “Bereshit
Bara Elohim Et Ha-Shamaim V-Et Ha-Aretz”. בראשית ברא אלוהים את השמים ואת
הארץ
El orden y el diseño
del universo requieren la existencia de un Diseñador. La increíble
complejidad de aun las más sencillas formas de vida demuestra que la
vida no empezó por accidente o por ciega casualidad. La naturaleza moral
del hombre revela que él es más que un animal inteligente; él fue creado
a la imagen de un Ser racional, espiritual, y moral. Cada niño humano
desarrolla una conciencia, y cada sociedad humana tiene un sentido de
moralidad (Romanos 2:15).
El testimonio de las
Escrituras y la confirmación de la experiencia personal nos aseguran de
que Dios a la verdad vive y se comunica con la humanidad. Nosotros
aceptamos Su existencia por medio de la fe (Hebreos 11:6).
La Biblia
Ya que Dios existe,
también la Palabra de Dios debe existir, pues ¿no se comunicaría Él
Creador con Su creación? Puesto que Dios nos creó como seres racionales
y ya que Él nos ama lo suficiente para proveer por nosotros, seguramente
Él desea comunicarse con nosotros y así cumplir Su propósito para la
creación. Todos los seres inteligentes buscan comunicarse, y la
Inteligencia Suprema no es una excepción.
Esperaríamos que Dios
registraría Su mensaje en forma escrita, el medio histórico más
apropiado para la precisión, la preservación, y la propagación. Y la
siguiente evidencia demuestra de una manera convencedora que la Biblia
es la Palabra única de Dios al hombre en forma escrita:
1) Sus
pretensiones únicas
2) Su autoridad auto defensa
3) Él
testimonio de los profetas y apóstoles
4) La integridad de Jesucristo,
quien endosó el Antiguo Testamento y comisionó a los escritores del
Nuevo
5) La naturaleza y calidad de su contenido
6) Su
superioridad moral
7) Su unidad, a pesar de más de cuarenta escritores
abarcando más de 1600 años.
8) La falta de una alternativa creíble
9) Su concordia con la historia, la arqueología, y la ciencia
10) Su
indestructibilidad
11) Su universalidad
12) Su influencia sobre la
sociedad
13) Él testimonio del Espíritu
14) Su poder para cambiar
vidas
15) Sus promesas y sus milagros cumplidos
16) Sus profecías
cumplidas
17) La falta de una explicación alternativa de su origen.
La Biblia es
inspirada por Dios. (II Timoteo 3:16 “Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir,
para corregir, para instruir en justicia.”). Los santos hombres
de Dios escribieron siendo inspirados por Él Espíritu Santo (. II
Pedro 1:21 “porque nunca la profecía
fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios
hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”). La
inspiración se extiende a todas partes de la Biblia y a cada palabra.
Aunque los escritores humanos escogieron palabras que reflejaban su
idioma, cultura, personalidad, circunstancias, y estilo, Dios guio el
proceso de manera que cada palabra comunicaría con certeza Su mensaje.
Como resultado, la Biblia es infalible, inerrante, y la única autoridad
para doctrina y vida cristiana. La Biblia es verdad.
Los treinta y nueve
libros del Antiguo Testamento fueron reconocidos como Escrituras por los
hebreos antiguos, y Jesús y los apóstoles citaron de o aludieron a casi
todas ellas. Los veintisiete libros del Nuevo Testamento fueron
aceptados por los cristianos desde los tiempos más tempranos, incluso
los contemporáneos de los escritores en la mayoría de los casos, y son
reconocidos como Escrituras por toda la Cristiandad. (II Pedro
3:15-16 Y tened entendido que la
paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado
hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito,
casi
en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las
cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e
inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia
perdición.)
A veces pueden surgir
errores al copiar, traducir, o imprimir las Escrituras, pero Dios ha
mantenido Su mano sobre el proceso de transmisión para preservar Su
palabra para siempre (Salmo 100:5 Acordaos
de las maravillas que él ha hecho, de sus prodigios y de los juicios de su boca). La exactitud del
texto hebreo del Antiguo Testamento fue protegida por la extremadamente
alta calidad del proceso de transmisión escrita y ha recibido
verificación dramática por el descubrimiento reciente de los antiguos
pergaminos del Mar Muerto. La exactitud del texto griego del Nuevo
Testamento es asegurada por el extremadamente grande número de
manuscritos —más de 5,000— que cancelan los errores de los copiadores.
La versión King James
es la Biblia más popular en el inglés (la versión Reina-Valera es la más
popular en el español). Fue traducida a través de un periodo de siete
años por cuarenta y siete teólogos y lingüistas. Cada uno de ellos era
un erudito célebre quien se hallaba firmemente comprometido a la
inspiración y autoridad de las Escrituras. La versión New King James es
una revisión en lenguaje moderno que busca preservar la exactitud y
hacerla más fácil de entender.
Los estudiantes de la
Biblia deben usar el método literal de interpretación, que significa
seguir la implicación natural o usual de una expresión— el significado
ordinario y aparente de las palabras —en vez de buscar un significado
oculto, alegórico, o “espiritual.” Es importante usar lógica sana y
estudiar palabras, gramática, trasfondo, contexto, estilo literario,
historia, geografía, cultura, lenguaje figurativo, símbolos, parábolas,
y tipos. Al estudiar la Biblia, debemos mantener en mente varios puntos:
1) es necesario tener
la iluminación del Espíritu
2) la Biblia es
básicamente clara y propuesta para ser entendida
3) la Escritura
interpreta a la Escritura
4) la verdad se revela progresivamente desde
el Antiguo Testamento hasta el Nuevo
5) la Biblia presenta una
teología unificada
6) ninguna doctrina es basada en un solo pasaje o
se halla escondida en pasajes oscuros
7) la Biblia está acomodada a la
mente humana (pero no al error)
8) cada pasaje tiene un significado
primario pero puede tener varias aplicaciones.
Podemos tener
confianza de que Dios nos ha revelado, preservado, y transmitido Su
Palabra hoy y que la podemos entender. Su Palabra es la Biblia.
La Doctrina de
Dios
(Juan 4:24 “Dios
es Espíritu”). Él no se compone de carne, sangre, huesos, o
materia física. Él es invisible al ojo humano, a menos que escoja
revelarse en alguna manera (Juan 1:18
A Dios nadie le vio jamás; el unigénito
Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer).
Dios posee individualidad, racionalidad, y personalidad. Él es
autoexistente, eterno, e inmutable. Él es omnipresente (presente en todo
lugar), omnisciente (tiene toda sabiduría y todo lo conoce), y
omnipotente (todopoderoso).
La naturaleza moral
de Dios incluye santidad, justicia y rectitud, misericordia y gracia,
amor, fidelidad, verdad, y bondad. Él es absolutamente perfecto en toda
manera. El apóstol Juan afirma en primera carta que, “Dios es amor”;
ninguna otra religión le identifica tan completamente a Dios con el
amor. (I Juan 4:8 El que no ama, no
ha conocido a Dios; porque Dios es amor)
Puesto que Dios es
santo, Él no puede tener comunión con el pecado. La justicia de Dios
demanda castigo para el pecado, pero en Su amor y misericordia hizo que
tome forma de hijo y dejarse crucificar para satisfacer los requisitos
de Su justicia, proveyendo a la vez salvación para pecadores
arrepentidos. Los que rechazan Su gentil provisión de la salvación
enfrentarán a Su juicio. Dios ama al pecador, pero Su naturaleza santa
no le permite amar, condonar, o ignorar el pecado.
Dios es absolutamente
e indivisiblemente uno. (“Oye, Israel:
YaHuWeH nuestro Dios, YaHuWeH uno es” Deuteronomio 6:4). Su
naturaleza eternal no contiene distinciones o divisiones esenciales.
Todos los nombres y títulos de la Deidad como Dios, YaHuWeH, Señor,
Padre, Verbo, y Espíritu Santo se refieren al mismo ser. Cualquier
pluralidad asociada con Dios es solamente una pluralidad de atributos,
títulos, papeles, manifestaciones, modos de actividad, o relaciones al
hombre. Muchos pasajes enfatizan la unidad de Dios.
Isaías 42:8;
Isaías 43:10-11
Isaías 44:6-8, 24
Isaías 45:21-23
Isaías 46:6-9
Marcos 12:28-30
Gálatas 3:20
I Timoteo 2:5
Santiago 2:19
El título de Padre
describe las funciones de Dios como padre de toda la creación, padre del
Hijo unigénito, y padre del creyente renacido.
Deuteronomio 32:6
Malaquías 2:10
Él título de Hijo se
refiere a la venida de Dios en carne, pues Él niño Jesús fue concebido
literalmente por Él Espíritu Santo, quien era literalmente Su Padre.
Mateo 1:18-20
Lucas 1:35
Él título de Espíritu
Santo identifica el carácter fundamental de la naturaleza de Dios. La
santidad forma la base de Sus atributos morales, mientras que la
espiritualidad es la base de Sus atributos no-morales. Él Espíritu Santo
es, específicamente, Dios en actividad, en particular ungiendo,
regenerando, y habitando en el hombre —obras que Dios puede hacer porque
es un Espíritu.
Génesis 1:2
Hechos 1:5-8
Estos términos
también pueden ser entendidos en la revelación de Dios al hombre: Padre
se refiere a Dios en relación familiar al hombre; Hijo se refiere a Dios
encarnado; y Espíritu se refiere a Dios en actividad. Por ejemplo, un
hombre puede tener tres relaciones o funciones significativas —como
administrador, maestro, y consejero— y ser todavía una sola persona en
todo sentido. Dios no es definido por ni limitado a una terciedad
esencial. La Biblia nunca se refiere a Dios como una “trinidad” o como
“tres personas” sino que con frecuencia le llama Él Santo.
El título de Verbo se
refiere a la auto-expresión o auto-revelación de Dios. Él Verbo de Dios
es Él mismo (Juan 1:1), en particular Su pensamiento, mente,
razonamiento, o plan. En la persona de Jesucristo, (“aquel
Verbo fue hecho carne” Juan 1:14). (“Dios
fue manifestado en carne” I Timoteo 3:16).
La Identidad de
Jesucristo
Jesucristo es a la
vez Dios y hombre. Él es, él único Dios encarnado. (“Porque
en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”.
Colosenses 2:9). (“Dios estaba en
Cristo reconciliando consigo al mundo”. II Corintios 5:19).
Jesucristo es la imagen del Dios invisible, Dios manifestado en carne,
nuestro Dios y Salvador, y la imagen misma de la sustancia de Dios.
II Corintios 4:4
Colosenses 1:15
I Timoteo 3:16
Tito 2:13
Hebreos 1:3
II Pedro 1:1
Él no es la
encarnación de una de las personas de una trinidad, sino la encarnación
de todo el carácter, la calidad, y la personalidad del único Dios.
El reconocer la
deidad de Jesucristo es esencial para la salvación. Jesús dijo, “Si no
creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis,” haciendo referencia al
nombre de Dios “Yo Soy” (Juan 8:24,58). Jesús tiene poder para salvar
del pecado esto demuestra que Él es verdaderamente Dios, pues solo Dios
es Él Salvador y solo Él puede perdonar Él pecado.
Isaías 43:25
Isaías 45:21- 22
Marcos 2:7
Todos los nombres y
los títulos de la Deidad se aplican apropiadamente a Jesús.
Él es Dios (Juan
20:28),
Señor (Hechos 9:5),
YaHuWeH (Isaías 45:23
con Filipenses 2:10-11),
Yo Soy (Juan 8:58),
Padre (Isaías 9:6;
Apocalipsis 21:6-7),
Verbo (Juan 1:14), y
Espíritu Santo (Juan
14:17-18).
Dios Él Padre
habitaba dentro de Cristo Él hombre. Jesús dijo, “Yo y Él Padre uno
somos” (Juan 10:30). “El Padre está en mí, y yo en Él Padre” (Juan
10:38). “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. . . Él Padre que
mora en mí, él hace las obras” (Juan 14:9-10).
La naturaleza divina
de Jesucristo es Él Espíritu Santo (Gálatas 4:6; Filipenses 1:19), que
es Él Espíritu del Padre (Mateo 1:18-20; 10:20). “El Señor es Él
Espíritu” (II Corintios 3:17). Jesús es Aquel que está en Él trono
celestial, como vemos por comparar la descripción de Jesús en
Apocalipsis 1 con la de Aquel que está en Él trono en Apocalipsis 4 y
por notar que “Dios” y “el Cordero” es un mismo ser en Apocalipsis
22:3-4.
Jesús es también Él
Hijo de Dios. El término Hijo puede significar solamente la naturaleza
humana de Cristo (como “el Hijo murió”) o puede significar la unión de
deidad y humanidad (como “el Hijo volverá a la tierra en gloria”), pero
nunca se usa aparte de la encarnación de Dios. Nunca se refiere
solamente a la deidad. Los términos “Dios Él Hijo” e “Hijo eterno” no
son bíblicos. El papel del Hijo empezó cuando Jesús fue milagrosamente
concebido en el vientre de una virgen por Él Espíritu Santo (Lucas 1:35;
Gálatas 4:4; Hebreos 1:5).
Las Escrituras
proclaman enfáticamente la completa y genuina humanidad de Cristo
(Romanos 1:3; Hebreos 2:14-17; 5:7- 8). Él tenía un cuerpo, alma,
espíritu, una mente, y una voluntad que eran humanos (Lucas 22:42;
23:46; Hechos 2:31; Filipenses 2:5; Hebreos 10:5,10). Jesús era un
humano perfecto, con todo lo que la humanidad genuina incluye. La
verdadera humanidad de Cristo no significa que él tenía una naturaleza
pecaminosa. Él era sin pecado, Él no cometió pecado, y Él pecado no
estaba en él (Hebreos 4:15; I Pedro 2:22; I Juan 3:5). Él vino con la
clase de naturaleza humana inocente que Adán y Eva tuvieron en el
principio.
El creer en la
verdadera humanidad de Cristo es esencial para la salvación (I Juan
4:3). Si Dios no vino verdaderamente en la carne, entonces no hay sangre
para la remisión de pecados; no hay sacrificio de propiciación. Él
propósito mismo de la Encarnación era proveer un hombre santo para
mediar entre Él Dios santo y la humanidad pecaminosa.
Es necesario
distinguir claramente entre la deidad y la humanidad de Cristo. Aunque
Jesús era a la vez Dios y hombre, a veces Él actuaba del punto de vista
humano y a veces del punto de vista divino. Como Padre, Él a veces
hablaba de parte de Su auto-conciencia divina; como Hijo, Él a veces
hablaba de parte de Su auto-conciencia humana. Solamente como un hombre
podría Jesús nacer, crecer, ser tentado por el diablo, tener hambre,
tener sed, cansarse, dormirse, orar, ser azotado, morir, no conocer
todas las cosas, no tener todo poder, ser inferior a Dios, y ser un
siervo. Solamente como Dios Él podría existir desde la eternidad, ser
inmutable, echar fuera demonios por Su propia autoridad, ser Él pan de
vida, dar agua viva, dar descanso espiritual, calmar la tempestad,
contestar la oración, sanar a los enfermos, resucitar a Su cuerpo de la
muerte, perdonar el pecado, conocer todas las cosas, tener todo poder,
ser identificado como Dios, y ser Rey de reyes. En una persona
ordinaria, estas dos listas en contraste serían mutuamente exclusivas,
pero las Escrituras las atribuyen todas a Jesús, revelando Su naturaleza
doble.
Aunque tenemos que
distinguir entre la deidad y la humanidad de Cristo, es imposible
separar a las dos en Cristo (Juan 1:1,14; 10:30,38; 14:10-11; 16:32). Él
Padre se unió a la humanidad para formar un so lo ser—Jesucristo, la
Deidad encarnada. Mientras estaba en la tierra Jesús era plenamente
Dios, y no meramente un hombre ungido. A la vez, Él era completamente
humano, y no solamente una semejanza de hombre. Él poseía el poder, la
autoridad, y el carácter ilimitado de Dios. Él era Dios por naturaleza,
por derecho, por identidad; Él no se hallaba deificado solamente por una
unción o investidura. De semejante a un creyente lleno del Espíritu, la
humanidad de Jesucristo se hallaba in extraíblemente unida con toda la
plenitud del Espíritu de Dios.
Podemos identificar
cuatro temas mayores en la descripción bíblica de la Encarnación: (1) la
absoluta y completa deidad de Jesucristo; (2) la humanidad perfecta y
sin pecado de Jesucristo; (3) la distinción clara entre la humanidad y
la deidad de Jesucristo; y, sin embargo, (4) la unión inseparable de
deidad y humanidad en Jesucristo.
Jesús es la plenitud
de Dios habitando en perfecta humanidad y manifestándose como un ser
humano perfecto. Él no es la transmutación de Dios a carne, la
manifestación de una porción de Dios, la animación por Dios de un cuerpo
humano, o Dios habitando temporalmente en una persona humana aparte.
Jesucristo es la encarnación—incorporación, personificación humana—del
único Dios.
Ángeles y Demonios
El único Dios creó
todo, incluso el cielo y la tierra y todo ser viviente (Génesis 1:1;
Apocalipsis 4:11).
Antes de la creación
del mundo Dios creó a los ángeles, quienes son seres espirituales con
personalidades individuales. Aparentemente hay diferentes tipos o grados
de ángeles, incluso serafines, querubines, y por lo menos un arcángel
(Miguel). Los ángeles tienen un ministerio celestial; ellos rodean el
trono de Dios y le alaban. También tienen un ministerio terrenal como
mensajeros de Dios. Ellos fortalecen, animan, protegen, y libran a los
santos. Son instrumentales en cumplir la obra de Dios, en particular Su
juicio.
Los ángeles fueron
creados con libre albedrío, algunos llegaron a ser malos por su propia
voluntad. Un tercio de ellos cayó por transgresión, y la Biblia no
menciona ningún plan de redención para ellos. Algunos de estos ángeles
caídos están presos (II Pedro 2:4).
Las Escrituras
indican que Satanás, o el diablo, fue creado originalmente como Lucero,
un buen ángel segundo en poder a Dios. Él pecó mediante orgullo y
rebeldía contra Dios. Ahora Satanás es el principal adversario de Dios y
del hombre. La Biblia le llama el tentador, acusador, maligno, homicida,
padre de mentiras, serpiente, dragón, león rugiente, dios de este mundo,
príncipe de la potestad del aire, y príncipe de los demonios. Aunque es
poderoso, el no es omnisciente, omnipresente, ni omnipotente.
Él Espíritu de Dios
da a los creyentes poder sobre Satanás (Santiago 4:7; I Juan 4:4).
Los demonios son los
agentes de Satanás. Ellos parecen ser ángeles caídos que no están presos
(Mateo 25:41). Buscan poseer cuerpos humanos, y causan muchas clases de
enfermedades físicas y espirituales, tentación, y opresión. Están
involucrados en la adivinación, herejía, idolatría, y el gobierno del
mundo. En el último día, Satanás con sus agentes serán echados al lago
de fuego por la eternidad. Los cristianos tienen el poder de echar fuera
demonios en Él nombre de Jesús (Marcos 6:13; 16:17).
La Humanidad
Dios creó al hombre y
a la mujer a Su imagen espiritual, moral, e intelectual (Génesis 1:27).
Él alma y Él espíritu componen la parte eterna del hombre, incluyendo el
intelecto, la personalidad, las emociones, la voluntad, el
reconocimiento de sí mismo, la intuición, la conciencia, y el
reconocimiento de Dios.
Originalmente, la
naturaleza humana era inocente y sin pecado, con un completamente libre
albedrío. Adán y Eva escogieron desobedecer a Dios y entonces
introdujeron el pecado a la raza humana. Todos ahora nacen con una
naturaleza pecaminosa la impulsa a pecar, el dominio del pecado (Romanos
3:9; 5:12,19; 7:14). La naturaleza pecaminosa lleva inevitablemente a
hechos pecaminosos, resultando en condenación.
La Biblia declara
enfáticamente que todos los humanos son pecadores (I Reyes 8:46;
Proverbios 20:9; Isaías 64:6). Todos están bajo el pecado y son
culpables ante Dios (Ro mano s 3:9,19). (“No
hay justo, ni aun uno.” Romanos 3:10). (“Por
cuanto todos pecaron, y están destituido s de la gloria de Dios.”
Romanos 3:23).
Como un resultado, la
humanidad está bajo la sentencia de muerte, física y espiritualmente. (“Porque
la paga del pecado es muerte.” Romanos 6:23). (“El
pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” Santiago 1:15).
Muerte significa separación y la muerte espiritual última es la
separación eterna de Dios.
Todos necesitan ser
salvo s del pecado y de su pena, la muerte. Y Dios ha provisto salvación
por medio de Jesucristo.
La Obra Salvadora
de Jesucristo
Dios vino en carne
como Jesucristo para proveer salvación para Su creación caída. La
Encarnación era para el propósito de la Propiciación. El evangelio,
literalmente las “buenas nuevas,” es que Jesús murió, fue sepultado, y
resucitó para nuestra salvación. Difirente a toda otra religión, el
cristianismo depende de la muerte y resurrección de su fundador.
La santidad de Dios
demanda que él se separe de la humanidad pecaminosa. La separación de
Dios, la fuente de to da vida, significa muerte—físicamente,
espiritualmente y eternamente—y entonces la santa ley de Dios requiere
la muerte como la pena para los pecadores. Dios escogió obligarse por el
principio de muerte por el pecado. Sin el derramamiento de sangre (Él
dar de una vida) no puede haber remisión o libertad de esta pena y no
puede haber restauración a comunión con el Dios santo (Hebreos 9:22). La
muerte de animales no es suficiente para remitir nuestros pecados
(Hebreos 10:4), porque somos mucho mayor que ellos en que nosotros
fuimos creados a la imagen espiritual de Dios. Tampoco puede una persona
ordinaria sufrir la pena en nuestro lugar, pues cada uno merece la
muerte eterna por sus propios pecados.
Para poder proveer un
sustituto aceptable, Dios vino a la tierra como un hombre sin
pecado—Jesucristo. Jesús era Él único hombre sin pecado que jamás ha
vivido, y entonces Él era Él único que no merecía morir y que podría ser
un sustituto perfecto. Su muerte llegó a ser la propiciación permanente
por nuestros pecados. Dios no excusa a nuestros pecados sino que ha
infligido la pena por esos pecados en Él inocente hombre Cristo.
Entonces la muerte de Cristo fue hecha necesaria:
1) Por la
pecaminosidad de toda la humanidad,
2) Por la santidad de
Dios,
3) Por la ley de Dios
que requiere muerte como la pena por el pecado,
4) Por Él deseo de
Dios de proveer salvación para los pecadores.
No hay salvación
fuera del Señor Jesucristo. Jesús afirmó, (“Yo
soy Él camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por
mí.” Juan 14:6), (Juan 8:24; Romanos 10:9-17.)
El Antiguo Testamento
tipificó la muerte de Cristo por sacrificios de animales. Él pueblo de
Dios ofrecía sacrificios de sangre para hacer propiciación por—cubrir,
perdonar, remitir, o expiar— sus pecados. Estos sacrificios no quitaban
actualmente el pecado, pero demostraban fe en y obediencia al plan de
salvación de Dios. En la cruz, Jesús pagó la pena por los pecados de
todo el tiempo, y su sacrificio está al alcance de todos en toda época
que creen y obedecen a Dios (Romanos 3:25).
La Biblia describe la
muerte de Cristo de varias maneras:
1. Redención o
rescate (Mateo 20:28; Gálatas 3:13; I Timoteo 2:6). Redimir significa
librar por pagar un precio; el rescate es el precio pagado. La sangre
(vida) de Cristo era el rescate que la santa ley de Dios demandaba para
redimirnos del cautiverio y la pena del pecado (I Pedro 1:18-20;
Apocalipsis 5:8- 10).
2. Propiciación
(Romanos 3:25; I Juan 2:2). Esto significa satisfacción o
aplacamiento—algo que le permite a Dios perdonar el pecado sin
comprometer Su santidad y justicia. La muerte de Cristo cumplió con los
requisitos justo s de Dios, comprando así la remisión de pecados (Mateo
26:28; Juan 1:29).
3. Reconciliación
(Romanos 5:6-11; II Corintios 5:14-21). Cristo Él hombre hace mediación
entre Dios y los hombres (I Timoteo 2:5). Como un hombre sin pecado Él
quitó la barrera entre Él Dios santo y los hombres pecaminosos,
restaurándonos a la comunión con Dios.
4. Sustitución
(Isaías 53:5-6; II Corintios 5:21; I Pedro 2:24). Jesucristo tomó
nuestro lugar y sufrió la pena que nosotros merecíamos por nuestros
pecados. En este sentido Él llego a cargar Él pecado, a ser Él
sacrificio por nuestros pecados (I Corintios 5:7; Hebreos 9:28;
10:10-17).
Después de que Cristo
murió, Su cuerpo fue sepultado en la tumba y su alma descendió al Hades
(el lugar de las almas que han partido) (Hechos 2:25-32). Después de
tres días Él resucitó con un cuerpo físico glorificado, victorioso sobre
la muerte y el Hades. Su resurrección es esencial para nuestra salvación
porque hizo efectivo a Su muerte; obtuvo Su victoria sobre la muerte
(Romanos 4:25; I Corintios 15:14). Por causa de Su resurrección nosotros
tenemos poder para vencer y vida nueva en Cristo además de la seguridad
de la inmortalidad futura (Romanos 5:10; 6:4; I Corintios 15:20-23).
Cuarenta días después
de la resurrección, Jesús ascendió al cielo, donde es exaltado para
siempre (Efesios 1:20,21; Filipenses 2:9). Durante Su vida terrenal, Él
dejó las prerrogativas divinas de gloria, honra, y reconocimiento y se
sometió a limitaciones humanas, pero ahora no. En el cielo, Jesucristo
como Dios está abiertamente investido de todo poder, autoridad, y
gloria. La Cruz era el único, final sacrificio para todo tiempo (Hebreos
10:12), y aquel sacrificio supremo provee intercesión presente por
nuestros pecados y libre acceso al trono de Dios (Romanos 8:34; Hebreos
4:14-16; I Juan 2:1).
La Cruz invierte
todas las consecuencias del pecado. La iglesia más que recuperará en
Cristo todo lo que la raza humana perdió a causa del pecado. Los
creyentes se gozan de muchas bendiciones como resultado en esta vida y
recibirán la plenitud en la eternidad. Los beneficios de la obra de
Cristo incluyen el perdón de pecados, vida nueva espiritual, poder sobre
el diablo, sanidad para el cuerpo, y últimamente liberación de la
creación de la maldición del pecado y vida eterna para los creyentes
(Isaías 53:5; Ro mano s 8:19-23; Colosenses 1:14,20; Hebreo s 2:14).
La obra presente de
la salvación tiene varios aspectos, que una persona recibe por fe al
arrepentirse, ser bautizado en el nombre de Jesús, y recibir Él Espíritu
Santo (I Corintios 6:11).
1. Justificación
(Romano s 3:24,26). Justificar significa declarar, contar, o considerar
como justo. Esto incluye el perdón de pecados, incluso la remoción de
toda culpabilidad y castigo, y la imputación de la justicia de Cristo.
2. Regeneración, o
nuevo nacimiento (Juan 3:5; Tito 3:5). Esto es más que una reformación;
es el impartimiento de una nueva naturaleza—la naturaleza de Dios—con un
cambio de deseos y poder para vivir una vida nueva.
3. Adopción (Romanos
8:14-17; Gálatas 4:1-7). Él creyente es colocado en la familia
espiritual de Dios y escogido como Su heredero.
4. Santificación, o
separación (Hebreos 10:10). Al ser convertida, la persona es puesta
aparte del pecado. Él Espíritu Santo sigue entonces a transformarle,
perfeccionarle, y hacerle santa (II Corintios 3:18; I Tesalonicenses
3:13; 5:23).
La obra propiciatoria
de Cristo es la base para la salvación en toda época. La salvación
siempre tiene su origen en la gracia de Dios y es apropiada por la fe
obediente. Cristo murió por toda la raza humana (Juan 1:29; I Timoteo
2:6; I Juan 2:2). Los beneficios de Su propiciación llegan a todos los
que creen en Él y aplican Su obra a sus vidas (Juan 3:16; Hebreos 5:9).
La Salvación Neo
testamentaria
En el contexto de las
Escrituras, salvación significa liberación de todo el poder y los
efectos del pecado, y tiene aspectos pasados, presentes, y futuros.
Salvación por gracia
por medio de la fe. No hay nada que una persona pueda hacer para
salvarse a sí misma. Ninguna cantidad de buenas obras o adherencia a
leyes puede salvarle. (“Porque por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
no por obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2:8-9). La
salvación es un regalo gratis de Dios, la cual el hombre no puede
merecer o ganarse. La obra propiciatoria de Jesucristo ha hecho
disponible este regalo gratis de la salvación, y la única manera de
recibirlo es creer en Jesús y en la suficiencia de Su sacrificio
(Romanos 3:24-28; 4:22-25).
La fe salvadora. Él
creer en Jesucristo incluye el creer Su Palabra, y el realmente creer Su
Palabra incluye la obediencia.
La fe es más que
asunto mental, aceptación intelectual, o profesión verbal; incluye
confianza, compromiso, apropiación, y aplicación. No podemos separar la
fe salvadora de la obediencia (Hechos 6:7; Romanos 1:5; 2:6-10; 10:16;
16:26; Hebreos 11:6-8). La obediencia a la Palabra de Dios es
absolutamente necesaria para la salvación (Mateo 7:21-27; Juan 14:15,23;
Romanos 6:17; 15:18; II Tesalonicenses 1:7-10; Hebreos 5:9; I Pedro
1:21-23; 4:17; I Juan 2:3-5; 5:1-3). La fe vive solamente mediante
respuesta y acción (Santiago 2:14-26). Es posible tener un grado inicial
de fe en Cristo y todavía no ser salvo si no hay aceptación, compromiso,
y obediencia completa (Mateo 7:21-23; Juan 2:23-25; 12:42-43; Hechos
8:12-23; Santiago 2:19).
La fe es el medio de
apropiar la gracia de Dios. Es el medio por el cual la gente se entrega
a Dios, obedece Su Palabra, y le permite hacer Su obra salvadora en
ellos. Entonces, la fe salvadora es 1) la aceptación del evangelio de
Jesucristo como Él único medio de salvación
2) obediencia a aquel
evangelio (aplicación o apropiación de aquel evangelio).
El evangelio y el
Nuevo Nacimiento. El evangelio de Jesucristo es Su muerte, sepultura, y
resurrección para nuestra salvación (I Corintios 15:1-4). Una persona
responde al evangelio, o aplica el evangelio a su vida, por
arrepentimiento del pecado (muerte al pecado), bautismo por inmersión en
agua en el nombre de Jesucristo (sepultura con Cristo), y recibir Él
Espíritu Santo (vida nueva en Cristo) (Hechos 2:1-4,38; Romanos 6:1-7;
7:6; 8:2).
Jesús dijo, “El que
no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”
(Juan 3:5). Cuando una persona cree en Jesucristo y obedece a Hechos
2:38, experimenta el nacimiento de agua y del Espíritu. Él es “nacido de
nuevo,” actualmente llegando a ser una nueva creación (Juan 3:3, 7; II
Corintios 5:17). En el arrepentimiento y el bautismo en agua, él sepulta
la manera antigua y pecaminosa de vivir, el registro de los pecados
pasados, y la pena de muerte por el pecado. Cuando el recibe Él Espíritu
Santo el empieza a vivir una vida nueva y piadosa.
En el Día de
Pentecostés, el día del nacimiento de la iglesia neotestamentaria, el
apóstol Pedro predico el primer sermón del evangelio a las multitudes
que se habían juntado para observar a los creyentes recién llenos del
Espíritu mientras ellos hablaban en lenguas maternas de aquellos oyentes
y alababan a Dios. Convencidos de sus pecados por su mensaje sencillo
pero poderoso, los oyentes clamaron, (“Varones
hermanos, ¿qué haremos?” Hechos 2:37). Pedro dio una
respuesta precisa, completa, e inequívoca: (“Arrepentíos,
y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón
de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” Hechos
2:38).
Los que fueron salvos
en los Evangelios fueron salvados bajo el Antiguo Pacto mientras
esperaban el Nuevo. El Nuevo Pacto no entró en efecto hasta después de
la ascensión de Cristo (Lucas 7:28; 24:47-49; Juan 7:39; 16:7; Hecho s
1:4-8; Hebreos 9:14-17). Entonces, Hechos 2:38 es la respuesta
comprensiva a una pregunta acerca de la conversión neotestamentaria,
expresando en forma compacta la respuesta correcta al evangelio.
No tan solo los
judíos en el Día de Pentecostés recibieron la experiencia de Hechos
2:38, sino que los samaritanos, el apóstol Pablo, los gentiles, y los
discípulos de Juan en Éfeso la recibieron también (Hechos 8:12-17;
9:17-18 con 22:16; 10:44-48; 19:1-6). En breve, el mensaje de salvación
en el Nuevo Testamento es arrepentimiento del pecado, bautismo en agua
en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y el recibir Él
Espíritu Santo.
Arrepentimiento. Él
arrepentimiento es una media vuelta desde el pecado hacia Dios (Hechos
26:18-20). Tiene tres aspectos necesarios:
1) Un cambio
intelectual (cambio de opiniones),
2) Un cambio
emocional (cambio de sentimientos),
3) Un cambio
voluntario de propósito.
Incluye
reconocimiento del pecado (Marco s 2:17), confesión del pecado a Dios
(Proverbios 28:13; I Juan 1:9), contrición o tristeza según Dios por el
pecado (Salmo 51:17; II Corintios 7:10), y una decisión de abandonar el
pecado (Proverbios 28:13; Lucas 3:7-8). Juntamente con el
arrepentimiento viene la disposición a hacer restitución por los pecados
pasados, lo más posible (Mateo 5:23-24; Lucas 19:8).
El arrepentimiento es
la primera respuesta de la fe al llamado de Dios (Marcos 1:15). Es
absolutamente necesario para la salvación (Lucas 13:3,5; Hechos 17:30;
II Pedro 3:9). Sin el arrepentimiento el bautismo no es efectivo, y sin
el arrepentimiento una persona no puede recibir el Espíritu Santo
(Hechos 2:38; 3:19).
En el
arrepentimiento, la persona empieza a dejar que Dios obre en su vida. Se
decide a dejar el pecado y permite que Dios le vuelva. Como parte del
apartarse del pecado, Dios le otorga poder para quebrar las ligaduras a
los deseos y hábitos pecaminosos. Como parte de la vuelta hacia Dios, el
arrepentimiento prepara el camino para que tenga una relación personal
con Dios, calificándole para bautismo de agua y del Espíritu.
La obra de perdón y
remisión viene mediante arrepentimiento y bautismo en agua (Hechos
2:38). Él arrepentimiento trata con la manera pecaminosa de vivir de la
persona, y el bautismo trata con el registro y las consecuencias del
pecado.
Bautismo en Agua. Él
bautismo en agua es el testimonio del creyente al mundo de su nuevo
nacimiento y que es seguidor de Cristo. (I Pedro 3:21). Expresa fe en
Dios por obediencia a Su Palabra (Marco s 16:16; Hecho s 2:41). Él modo
bíblico del bautismo es inmersión en agua, y solamente este método
retiene el simbolismo bíblico del bautismo como una sepultura (Mateo
3:16; Hechos 8:36-39; Romanos 6:4). La fe en Cristo y el arrepentimiento
del pecado se necesitan para que sea válido; entonces el bautismo de los
niños no es apropiado (Mateo 3:6-11; Hechos 2:38; 8:37).
El significado
bíblico del bautismo en agua es lo siguiente:
1) Él bautismo es
parte del nuevo nacimiento (Juan 3:5; Tito 3:5).
2) Él bautismo le
identifica a la persona con la sepultura de Jesús (Romanos 6:4;
Colosenses 2:12). Indica que él ha muerto a los pecados por el
arrepentimiento y que está sepultando sus pecados pasados, el dominio
del pecado, y la manera de vivir pecaminosa.
3) Él bautismo en
agua es parte del único bautismo de agua y del Espíritu que coloca a los
creyentes en Cristo (Romanos 6:3-4; Gálatas 3:27; Efesios 4:5). Los
identifica personalmente con Jesús y es parte de la entrada a Su
familia.
4) El bautismo es
parte de la circuncisión espiritual (Colosenses 2:11-13).
La Biblia enseña que
Él bautismo debe administrarse en el nombre de Jesucristo. Esto
significa invocar Él nombre de Jesús oralmente (Hechos 22:16; Santiago
2:7). Él nombre de Jesús en la fórmula bautismal expresa fe en Su
verdadera identidad, obra propiciatoria, y poder y autoridad para
salvar. Él nombre de Jesús es Él único nombre salvador, Él nombre por Él
cual se recibe la remisión de pecados, Él nombre más exaltado, y Él
nombre en Él cual los cristianos deben decir y hacer todas las cosas
(Hechos 4:12; 10:43; Filipenses 2:9-11; Colosenses 3:17). Entonces, el
usar El nombre de Jesús es la manera correcta de cumplir to do s los
propósitos para Él bautismo.
La Biblia registra
cinco relatos históricos del bautismo en la iglesia neotestamentaria que
describen un nombre o una fórmula. En cada caso Él nombre es Jesús
(Hechos 2:38; 8:16; 10:48; 19:5; 22:16). Las epístolas también aluden a
la fórmula del Nombre de Jesús (Romanos 6:3-4; I Corintios 1:13; 6:11;
Gálatas 3:27; Colosenses 2:12). Aun Mateo 28:19 se refiere a esta
fórmula, pues describe un nombre singular que representa todas las
manifestaciones redentivas de la Deidad, y ese nombre es Jesús (Zacarías
14:9; Mateo 1:21; Juan 5:43; 14:26; Apocalipsis 22:3-4). Además, Jesús
es Él nombre que se describe en los otros relatos de la Gran Comisión
(Marcos 16:17; Lucas 24:47).
El bautismo del
Espíritu Santo. Él bautismo con, por, en o del Espíritu Santo es parte
de la salvación en el Nuevo Testamento (Juan 3:5; Ro mano s 8:1-16; I
Corintios 12:13; Efesio s 1:13-14; Tito 3:5). La frase describe cómo el
creyente es sumergido en y llenado del Espíritu Santo de Dios. En Hechos
los términos “bautizados, llenos, recibido, cayó sobre, vino sobre, y
sobre... se derramase el don” describen todos a esta experiencia (Hechos
1:4-5; 2:4; 10:44-47; 11:15-17; 19:1-6). Se promete a todos los que
creen en Jesús y obedecen Su Palabra (Juan 7:38-39; Hechos 5:32;
11:15-17; 19:2; Gálatas 3:14; Efesios 1:13).
La Biblia registra
cinco relatos históricos de la recepción del Espíritu Santo en la
iglesia neotestamentaria: los judíos, los samaritanos, los gentiles, el
apóstol Pablo, y los discípulos de Juan en Éfeso. Este registro
establece que el bautismo del Espíritu de verdad es para todos (Lucas
11:13; Hechos 2:39).
El bautismo del
Espíritu Santo es la experiencia básica y normal con Dios en el Nuevo
Testamento, el nacimiento del Espíritu. El Espíritu es el reposo, guía a
toda la verdad, el que hace adopción, intercesor, sello, arras de la
herencia, y santificador (Isaías 28:11-12; Juan 16:13; Romanos 8:15,26;
Efesios 1:13-14; I Pedro 1:2). Una persona puede recibir el Espíritu por
arrepentirse, tener fe en Dios, y pedirle a Dios Su don. Cuando una
persona recibe el Espíritu Santo, recibe poder para vencer al pecado y
vivir una vida santa (Hechos 1:8; Romanos 8:4,13). Si él permite que el
Espíritu le llene (controle y guíe) continuamente, producirá el fruto
del Espíritu. (Gálatas 5:22-23).
Conclusión. No se
debe rechazar a los que no han recibido la experiencia neotestamentaria,
sino que deben ser animados a recibir todo lo que Dios tiene para ellos.
Hay mucha gente sincera y aun arrepentida como Apolos y los discípulos
de Juan en Éfeso quienes necesitan ser guiados a verdad más avanzada
para que puedan tener un nuevo nacimiento apostólico. La experiencia y
la doctrina de una persona deben conformarse al modelo bíblico y
apostólico completo; los que buscan a Dios sin cumplir con este modelo
tendrán que contestar a Dios. La responsabilidad de una persona es
clara: tiene que actuar sobre la verdad.
En resumen:
1) la
Biblia es la única autoridad para la salvación
2) la base de la
salvación es la muerte, sepultura, y resurrección de Cristo
3) la
salvación viene solamente por gracia mediante la fe en Jesucristo
4)
la aplicación de la gracia y la expresión de la fe vienen mientras una
persona obedece a Hechos 2:38, recibiendo así el nuevo nacimiento de
Juan 3:3-5.
La Santidad y La
Vida Cristiana
La vida Cristiana es
una jornada diaria de fe (Ro mano s 1:17). Nadie es salvo por
predestinación individual; todos son salvos al responder en fe a la
gracia universal de Dios (Juan 3:16; Tito 2:11-12). La Biblia no enseña
la seguridad eterna incondicional; cada persona vive por fe obediente en
Cristo (Romanos 11:17-23; Hebreos 2:1-4; 10:35-39). Si los Cristianos
permanecen en El, tienen la seguridad de vida eterna, pues ninguna
fuerza externa les puede quitar su salvación (Romanos 8:35-39; Hebreos
6:11; 10:22).
Varias disciplinas
básicas son partes íntegras de la vida Cristiana.
1. La Oración (Mateo
6:5-15; Efesios 6:18; I Tesalonicenses 5:17; Judas 20-21). La oración le
capacita al cristiano para recibir las promesas de Dios además de
dirección y poder espiritual. Dios promete contestar sus oraciones,
suplir sus necesidades, librarle de la tentación, y obrar todas las
cosas para su bien (Mateo 6:33; 7:7; 17:20; 21:22; Juan 14:14; Romanos
8:28; I Corintios 10:13; Filipenses 4:6,19). Para recibir estas
promesas, el creyente debe pedir con fe, de un corazón arrepentido, en
la voluntad de Dios y no de deseos carnales (Salmo 66:18; Santiago
1:5-8; 4:2-3; 5:16; I Juan 3:20-22; 5:14-15).
2. El estudio Bíblico
(Salmo 119:11,16,105; II Timoteo 2:15;
3:14-17). Para
conocer la verdad, hacer la voluntad de Dios, y vencer a la tentación,
el cristiano debe leer, estudiar, meditar en, y aprender la Palabra de
Dios.
3. Asistencia fiel a
la iglesia y sumisión al liderato piadoso (Salmo 122:1; Hebreos 10:25;
13:17). Todos los cristianos necesitan la instrucción, comunión,
alabanza en grupo, y el esfuerzo evangelístico que una iglesia y un
pastor local proveen.
4. El dar de diezmos
y ofrendas (Malaquías 3:8-12; Mateo 6:1-4; Lucas 6:38; 16:10-12; I
Corintios 9:7-14; II Corintios 9:6-7). Él diezmar empezó antes de la ley
de Moisés y sigue después de ella. Abraham y Jacob pagaron diezmos. Los
diezmos son el diez por ciento del “aumento” (ingreso) y son usados para
apoyar a la iglesia. Las ofrendas son regalos voluntarios adicionales.
5. La adoración
(Salmo 100:1-5; 111:1; Juan 4:24; I Corintios 14:26-33,40; II Corintios
3:17). Los cristianos deben adorar en Espíritu y en verdad. Las
expresiones bíblicas de la adoración incluyen las devociones privadas,
adoración en grupo, alabando con sonido audible, cantando, tocando
instrumentos musicales, orando en voz alta, alzando las manos, batiendo
las manos, llorando, y danzando ante Él Señor (Salmo 33:2-3; 47:1;
141:2; 149:3-5; 150:1-6; Hechos 4:24-31; I Timoteo 2:8; Efesios 5:19).
6. El ayuno (Mateo
6:16-18; 9:14-15; 17:21). El ayunar no gana el favor de Dios, ni tiene
el propósito de castigar al cuerpo. Más bien, le ayuda a la persona a
disciplinarse, enfocar en prioridades, y acercarse más al reino
espiritual.
7. Santidad de vida.
La búsqueda de la santidad es tan importante como el nuevo nacimiento.
(“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin
la cual nadie verá al Señor” Hebreos 12:14).
Dios manda a Su
pueblo a ser santos en toda su conducta porque Él es santo (I Pedro
1:15-16). Deben obedecer este mandamiento para (1) agradar a Dios, pues
le pertenecen, (2) comunicar a Cristo a otros, y (3) beneficiarse ahora
y por la eternidad.
Para el pueblo de
Dios la santidad significa conformidad al carácter de Dios—pensar lo que
él piensa, amar lo que Él ama, aborrecer lo que Él aborrece, y
comportarse como Cristo se comportaría. Específicamente, la santidad es
(1) separación del mundo y del sistema mundial y (2) dedicación a Dios
(Romanos 12:1-2; II Corintios 6:17-7:1).
Los Cristianos no
deben amar a este sistema mundial impío, ni deben identificarse con él,
llegar a tener afecto por las cosas que hay en él, o participar de sus
placeres y actividades pecaminosos (Santiago 1:27; 4:4; I Juan 2:15).
Deben evitar a tres áreas mayores de pecado: los deseos de la carne, los
deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida (I Juan 2:16). Ellos
deben disciplinarse, y deben abstenerse de toda apariencia de maldad (I
Corintios 9:24-27; I Tesalonicenses 5:22).
La santidad es
interna y externa (I Corintios 6:19-20; II Corintios 7:1; I
Tesalonicenses 5:23). Incluye actitudes, pensamientos, y administración
espiritual, pero también incluye acciones, apariencia, y administración
física. Ambos aspectos son esenciales.
La vida de santidad
es un esfuerzo continuo hacia la perfección (Mateo 5:48; II Corintios
7:1; Filipenses 3:12-16). Nadie es absolutamente perfecto, pero todos
pueden ser relativamente perfectos y maduros. Dios espera un crecimiento
continuo en la gracia y el conocimiento y una producción en aumento del
fruto espiritual (Juan 15:1-8; II Pedro 3:18). La meta diaria del
cristiano es vencer al pecado (Juan 5:14; 8:11). No debe pecar; si es
que peca, puede recibir perdón por el arrepentimiento y la confesión (I
Juan 1:9; 2:1).
La santidad no es un
medio de ganar la salvación, sino que es un resultado de la salvación.
Viene mediante (1) la fe, (2) Él amor, y (3) Él andar según el Espíritu.
Todos los aspectos de la salvación, incluyendo la obra santificadora del
Espíritu Santo, vienen por la fe (Efesios 2:8). Si alguien de verdad
cree a Dios, obedecerá los mandamientos de Dios (Juan 14:15,23; I Juan
2:3- 6). El amor es mucho más estricto y demanda más que la ley o el
deber. Él Espíritu Santo imparte una naturaleza santa. Mediante la
guianza y el poder del Espíritu, el creyente puede vencer al pecado y
vivir justamente (Romanos 8:2-4; Gálatas 5:16; I Tesalonicenses 4:7-8).
El Espíritu Santo
enseña la santidad por (1) la Palabra inspirada de Dios, (2) por los
impulsos y convicciones internos para que el creyente no desvía de la
Palabra). (3) a través de los predicadores y maestros ungidos que
proclaman y aplican la Palabra,
El seguir la santidad
requiere un esfuerzo personal; no es automático. Él Cristiano debe
rendirse a la operación del Espíritu de Dios y debe implementar
activamente los principios espirituales (Romanos 6:11-14; Filipenses
2:12; II Pedro 3:14).
La vida Cristiana es
una de libertad, y no legalismo. Legalismo significa basar la salvación
sobre obras o leyes o imponer reglas que no son bíblicas. Todas las
verdaderas normas de santidad o son declaraciones bíblicas específicas o
son aplicaciones válidas de principios bíblicos a situaciones
contemporáneas.
Los cristianos tienen
libertad del pecado, libertad de la ley, y libertad para actuar según su
juicio en asuntos no morales. La libertad Cristiana no niega la
responsabilidad a seguir la ley moral y la enseñanza bíblica (Romano s
6:15; Gálatas 5:13). Además, la Biblia presenta varias normas para el
ejercicio apropiado de la libertad Cristiana aun en asuntos no morales:
1) Debemos hacer todo para la gloria de Dios (I Corintios 10:31;
Colosenses 3:17).
2) Debemos evitar todo lo que no sea de beneficio, o
que sea perjudicial o un “peso” (I Corintios 6:12; 10:23; Hebreos 12:1).
3) Debemos evitar cualquier cosa que llegará a dominar (I Corintios
6:12). (4) Debemos evitar el daño a otros (Romanos 14:13-21; I Corintios
8:9-13; 10:32- 33).
Estas son áreas
importantes en las cuales principios bíblicos, y entonces universales e
inmutables, se aplican:
1. Actitudes (Gálatas
5:19-21; Efesios 4:23-32). Los cristianos deben desechar actitudes
malas, incluso el odio, la malicia, la ira, los celos, la codicia, los
rencores, el orgullo el prejuicio, la venganza, las contiendas, y la
discordia. La esencia de la santidad es el producir el fruto del
Espíritu, que incluye amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
fe, mansedumbre, y templanza. Los cristianos deben perdonar, ser
agradecidos, no dejarse ser ofendidos por nada, y no ser entrometidos en
las vidas de otros y ser obedientes a las autoridades.
2. Pensamientos
(Mateo 15:18-20; II Corintios 10:5; Filipenses 4:8). Una persona es lo
que piensa, y llega a ser lo que el permite estar en su mente. Los
Cristianos deben pensar en cosas que son verdaderas, honestas, justas,
puras, amables, virtuosas, y dignas de alabanza. Deben desechar a todos
los pensamientos malos, llevando preso a todo pensamiento para hacerlo
obediente a Cristo.
3. La lengua
(Santiago 1:26; 3:1-2; 4:11; 5:12). Los Cristianos no deben chismear,
calumniar, reprochar, sembrar discordia, jurar, tomar Él nombre del
Señor en vano, pronunciar maldiciones, vituperar, mentir, usar palabras
ociosas, o usar lenguaje provocativo, indecente, u obsceno.
4. El ojo (Salmo
101:2-3; 119:37; Mateo 6:22-23). Él ojo es el portón del alma y la
fuente primaria ión para la mente. Los cristianos no deben leer
materiales sensuales o vulgares. No deben mirar a la televisión y las
películas, porque la violencia, el sexo ilícito, la pecaminosidad, y la
vanidad dominan esos medios.
5. La apariencia
(adornos, vestido, y cabello) (Deuteronomio 22:5; I Corintios 11:1-16; I
Timoteo 2:8-10; I Pedro 3:1-5). La apariencia refleja el ser interno, a
Dios y también a otros. La apariencia impía promueve los deseos de la
carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, amoldando así
al que la demuestra y a la sociedad en maneras impías. Los principios
bíblicos son aquí (a) modestia, (b) rechazo de la ornamentación, (c)
moderación en cuanto a costo, (d) distinción entre el varón y la mujer,
y (e) separación de connotaciones mundanas. Entonces los Cristianos
deben abstenerse de usar ropa inmodesta, joyas ornamentales, cosméticos
colorados y tintas para el cabello, vestidos muy costosos,
extravagantes, o llamativos, cabello largo en los varones, cabello
cortado en las mujeres, y estilos con asociaciones carnales.
6. Administración del
cuerpo (I Corintios 3:16-17; 6:12, 19-
20). Él cuerpo es el
templo del Espíritu, y entonces los cristianos no deben usar cosas que
dañan o profanan el cuerpo, causan embriaguez, o causan adicción. Las
bebidas alcohólicas, el tabaco, y las drogas violan este principio.
7. La santidad del
matrimonio (I Corintios 6:9-10; Colosenses 3:5; Hebreos 13:4). La Biblia
condena a todas las relaciones sexuales fuera del matrimonio por toda la
vida de un hombre y una mujer. La Biblia se opone a los pensamientos y
las acciones sensuales.
8. La santidad de la
vida humana (Éxodo 20:13; Mateo 5:39,44). Los Cristianos no deben
participar en la violencia o en el tomar de la vida humana, incluyendo
las guerras, el aborto, y el suicidio.
9. La honradez (Marco
s 10:19). La Biblia rechaza toda des honradez, incluyendo la mentira, e
robo, el engaño, el rehusarse a pagar las deudas, la extorsión, el
soborno, y el fraude.
10. La confraternidad
(Mateo 18:15-18; I Corintios 5:9-6:8; 15:33; II Corintios 6:14). Los
Cristianos no deben ser identificados con actitudes o comportamiento
pecaminosos. No deben tener comunión con supuestos creyentes que
continuamente participan en actividades pecaminosas. No deben unirse en
yugo desigual con los incrédulos, por ejemplo en el matrimonio. Deben
resolver disputas internas según el procedimiento establecido por
Cristo, no por pleitos en la corte civil.
11. Actividades
mundanas (I Tesalonicenses 5:22; Tito 3:3; I Juan 2:15). Los cristianos
deben regular en una forma madura a las diversiones, la música, los
deportes, y los juegos, evitando atmósferas y apariencias mundanas.
Algunas diversiones son mundanas por naturaleza, como los juegos de
azar, el baile, la música “rock”, y el ocultismo.
En resumen, la
santidad significa imitar a Cristo, ser como Cristo. La persona santa no
gratificará a los deseos de la naturaleza pecaminosa, sino que se
vestirá de la personalidad y la mente de Cristo (Romanos 13:14; Gálatas
4:19). Juzgará a toda acción y decisión preguntándose, ¿Qué haría Jesús?
O ¿Cómo lo haría Jesús?
La santidad es una
parte íntegra de la salvación del hombre entero del poder y de los
efectos del pecado. Es un privilegio gozoso; parte de la vida abundante;
una bendición de la gracia de Dios; una gloriosa vida de libertad y
poder. La vida de santidad cumple con la intención y el diseño original
de Dios para la humanidad. Para el creyente lleno del Espíritu que
realmente ama a Dios, la santidad es la forma normal—por cierto, la
única manera—de vivir. La santidad es la esencia de la vida Cristiana.
La Iglesia
La iglesia de
Jesucristo es el cuerpo de creyentes que han sido llamados a la
separación, los que han sido introducidos en
Cristo por el
bautismo de agua y del Espíritu. La Biblia describe a la iglesia como el
cuerpo de Cristo, la esposa de Cristo, y un templo espiritual en el cual
mora el Espíritu de Cristo. La iglesia es a la vez local y universal. Su
misión en la tierra es la de (1) adorar y glorificar a Dios, (2)
evangelizar al mundo, y (3) desarrollar a los creyentes hasta la
madurez.
Cada creyente es su
propio sacerdote a Dios (por medio de Jesús) y puede comunicarse
directamente con Dios (Hebreos 4:14-16; Apocalipsis 1:6). Cada miembro
de la iglesia tiene una posición de servicio, que incluye el sobrellevar
las cargas los unos de los otros y orar los unos por los otros (Gálatas
6:1-2; Colosenses 4:3,12).
Dios ha dado a la
iglesia ministros especiales para entrenar y equipar a los creyentes
para la obra de la iglesia (Efesios 4:11- 16).
1) Apóstol—uno que es
enviado con una comisión. Aunque nadie puede tomar el lugar de los doce
apóstoles del Cordero y como abortivo Pablo es el último apóstol,
quienes eran testigos oculares de Cristo, por lo cual hoy no existen
apóstoles ni nadie puede llamarse apóstol.
2) Profeta—uno que
impartía mensajes o dirección especiales departe de Dios (Hechos 11:27;
15:32; 21:10). El último profeta era Juan, hoy nadie debe proclamarse
profeta ya que “Dios, habiendo hablado muchas
veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó
heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo
el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien
sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado
la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la
diestra de la Majestad en las alturas.” Hebreos 1:1-3.
Pero si existe el don de la profecía ya que Él Espíritu Santo reparte
dones como quiere a los creyentes.
La profecía como
procedencia de Dios, es la expresión de una revelación divina, y puede
venir a nosotros mediante el Espíritu de Dios, según 1ª Corintios
14:5.6.
La profecía como
procedencia de Dios, es hablar y declarar la mente de Dios bajo la
inspiración del Espíritu Santo, es el derramamiento del corazón y
esencia de Dios a través de canales humanos para manifestar su voluntad
en la tierra.
Profetizar es
comunicar una palabra de Dios recibida por revelación en un momento
determinado y que no estaba en el conocimiento humano.
La profecía en su
manifestación se integra muchas veces con palabra de sabiduría. Con la
diferencia que la palabra de sabiduría viene con el fin de tratar en lo
personal para determinar el destino de un hombre y encausarlo dentro del
propósito de Dios, mientras que la profecía siempre viene a través de
segundas personas y viene con el fin de mostrarle al hombre su destino y
el propósito de Dios en una forma detallada.
Pero debe entenderse
y tomarse en cuenta que toda profecía confirma un trato de Dios en lo
personal o debe ser confirmada personalmente por Dios.
“Tenemos
también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar
atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el
día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;
entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de
interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad
humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados
por el Espíritu Santo. I Pedro 1:19.21.
Por lo tanto;
Profetizar:
No es declarar buenos
deseos a merced propia, ni improvisar palabras declarando el bienestar y
el futuro de la gente impulsado por el capricho humano.
No es presidir bajo
el conocimiento humano; no tiene nada que ver con la predicación
ordinaria o normal de la palabra, sin descartar que en medio de una
predicación haya una profecía.
3)
Evangelista—predicador a los inconversos (Hecho s 21:8; II Timoteo 4:5).
4) Pastor—uno que
dirige y cuida del pueblo de Dios, también llamado obispo
(superintendente) y anciano (Hechos 14:23; 20:28; I Timoteo 3:1-7; Tito
1:5- 9; I Pedro 5:1-4).
5) Maestro—uno que
instruye en la Palabra de Dios (Hechos 13:1).
También existe el
oficio de diácono (siervo). Los diáconos ayudan a los líderes
espirituales en los asuntos y las actividades de la iglesia (Hechos 6:3;
I Timoteo 3:8-13).
Dios ha ordenado el
gobierno de la iglesia, y el da varios ministerios, papeles, tareas, u
oficios a los que acabamos de mencionar (Romanos 12:4-8; I Corintios
12:28). Al mismo tiempo, los líderes deben ser siervos y ejemplos, y no
dictadores (Mateo 20:25-28; I Pedro 5:3).
La iglesia también
tiene dones del Espíritu que permanecerán hasta el regreso de Cristo (I
Corintios 1:2,7; 12:8-10). Estos dones nunca deben ejercerse en una
manera contraria a la Biblia o el liderato piadoso, sino siempre con
amor, en orden, y para la edificación del cuerpo. Los dones espirituales
son milagrosos y sobrenaturales. Pueden clasificarse en la siguiente
manera.
Dones de revelación:
1) Palabra de
sabiduría—guianza, dirección, o entendimiento divino para una situación
específica (Hechos 27:9-11).
2) Palabra de
ciencia—revelación divina de un hecho que de otra manera sería
desconocido al recipiente (Hechos 5:1-11).
3) Discernimiento de
espíritus—el percibir si algo es motivado por Dios, un espíritu malo, o
el espíritu humano (Hechos 16:16-18).
Dones de poder.
4) Fe—una
encomendación especial de confianza en Dios para una crisis en
particular o una situación aparentemente sin esperanza (Hechos
27:21-25).
Dones de sanidad.
5) Dones de
sanidad—sanidades divinas, ya sean instantáneas o progresivas, para
varios tipos de enfermedades físicas y mentales (Hechos 5:12-16). Cristo
compró la sanidad para el cuerpo (Isaías 53:5; Mateo 8:16-17) y dio a
los creyentes autoridad para imponer las manos sobre los enfermos para
su sanidad (Marcos 16:17-18). Los ancianos deben ungir a los enfermos
con aceite y orar por su sanidad en el nombre de Jesús (Santiago
5:13-16).
6) El hacer
milagros—intervención directa departe de Dios en una situación,
trascendiendo a las leyes naturales (Hechos 20:7- 12; 28:1-6).
Dones de expresión.
7) Profecía—un
mensaje de Dios en el idioma conocido (I Corintios 14:3-4, 29-33). En un
sentido más general, cada testimonio, predicación, o alabanza ungida
puede llamarse profecía (Apocalipsis 19:10).
8) Géneros de
lenguas—un mensaje de Dios en un idioma desconocido a los oyentes, a ser
interpretada para el beneficio de la iglesia (I Corintios 14:5, 27-28).
Cada creyente puede también hablar en lenguas sin interpretación para
devoción y beneficio personal (I Corintios 14:4, 14-15, 18, 28).
9) Interpretación de
lenguas—el dar el significado de un mensaje público en lenguas (I
Corintios 14:5, 27-28).
Jesucristo instituyó
la Cena del Señor y mandó la observación ella (Lucas 22:14-20; I
Corintios 10:16-17; 11:23-34). La Cena del Señor consiste en comer pan
sin levadura y tomar el fruto de la vid sin fermentar, que simbolizan el
cuerpo partido y la sangre derramada de Cristo. La iglesia debe
participar con reverencia, examinación propia, y arrepentimiento,
recordando solemnemente la muerte propiciatoria de Cristo y anticipando
con gozo Su regreso. Los creyentes se gozan así de comunión con él y
confraternidad los unos con los otros.
La iglesia local debe
reunirse regularmente y con frecuencia. No es obligada a observar las
leyes sabáticas, pues la iglesia no es limitada por la ley ceremonial
(Hechos 15:19-29; Romanos 14:5-6; Gálatas 4:9-11; Colosenses 2:16-17).
Los cristianos se gozan de santificación y descanso espiritual a diario
en el Espíritu Santo. Sin embargo, la designación de un día semanal de
descanso y el señalar tiempos para adoración en grupo todavía son
principios válidos. La iglesia primitiva se congregaba el día domingo
para conmemorar la resurrección del Señor (Hechos 20:7; I Corintios
16:2). Cada Cristiano debe ser fiel a las reuniones de su iglesia local
(Hechos 2:42; Hebreos 10:25).
Las Últimas Cosas
Cuando una persona
muere su cuerpo va al sepulcro, en un estado que la Biblia compara al
sueño, para esperar la resurrección, o la reunión de cuerpo y alma. Él
alma impío espera en un lugar de inquietud, mientras que el alma justo
descansa (Lucas 16:22-28). La habitación temporal para las almas de los
muertos es el Seol (hebreo) o el Hades (griego) (Salmo 16:10; Hechos
2:27). Cuando Cristo resucitó de los muertos, Él venció al Hades y a la
muerte, y como parte de Su victoria Él sacó fuera a las almas justas que
estaban en el Hades (Efesios 4:8-10). Hoy, cuando un cristiano muere, su
alma descansa en la presencia de Dios (II Corintios 5:8; Filipenses
1:21-24).
El próximo evento de
mayor importancia para la iglesia es el arrebatamiento de los creyentes
y el regreso de Jesucristo (Tito 2:13). En el arrebatamiento (que
también se llama el rapto) los muertos en Cristo serán resucitados y los
creyentes que viven serán transformados, y ambos recibirán cuerpos
glorificados inmortales (I Corintios 15:51-54; Filipenses 3:20-21; I
Tesalonicenses 4:13-18). Ellos se encontrarán juntamente con Él Señor en
el aire para vivir con Él por la eternidad.
Un tiempo
incomparable de gran tribulación sobrevendrá al mundo (Mateo 24:21;
Apocalipsis 6-19). Satanás buscará dominar a la tierra por medio de un
hombre y un sistema que se describen como “la bestia” (a veces llamado
el Anticristo) (Apocalipsis 13). La bestia y su falso profeta
establecerán un sistema religioso, político, y económico para controlar
al mundo. Estas maniobras satánicas traerán guerras, hambres, y muerte.
Eventualmente, la bestia pretenderá ser Dios y profanará el templo judío
reconstruido. Los que se oponen a este sistema impío serán perseguidos y
martirizados; algunos tendrán protección divina.
En el medio de la
tribulación, Dios derramará Su juicio sobre la humanidad impenitente y
degenerada por varias grandes plagas (Apocalipsis 6-18). Nosotros
creemos que la iglesia será arrebatada antes de la tribulación no pasará
por parte o toda de ella (I Corintios 15:51-54; Filipenses 3:20-21; I
Tesalonicenses 4:13-18)
Al fin de la
tribulación los ejércitos satánicos se juntarán en el Valle de Armagedón
para destrozar a toda oposición. Siendo aparentemente victoriosos,
emprenderán marcha hacia Jerusalén para reclamar su galardón. Entonces
Jesucristo volverá físicamente a la tierra con Sus santos, descendiendo
al Monte de los Olivos (Zacarías 12:14; Hechos 1:9-12; Apocalipsis 19).
La nación judía le reconocerá como su Mesías, y el destruirá a la bestia
y sus ejércitos.
Jesús establecerá Su
reino en la tierra por 1,000 años (llamado a veces el Milenio), y los
santos reinarán con Él (Apocalipsis 20). Satanás será atado, pero al fin
de la edad será soltado por un corto tiempo. Él fomentará una rebelión
final, la cual Dios destruirá con fuego del cielo.
Entonces vendrá el
Juicio Final, el del Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15). Todos los que
no se hallan en el libro de la vida serán echados al lago de fuego
(también llamado Gehenna en el griego), y allí serán separados
eternamente de Dios. Dios destruirá el mundo presente y creará un cielo
nuevo y una tierra nueva. Los santos vivirán para siempre con Él en la
Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21-22).
La Biblia describe
muchas señales que precederán la segunda venida de Cristo, y ellas se
están cumpliendo hoy en día (Mateo 24:1-39; Lucas 21:7-31; II
Tesalonicenses 2:1-8; II Timoteo 3:1-13). La presente edad pronto
terminará. A pesar de diferentes ideas acerca de detalles proféticos,
varias verdades claves son evidentes de cualquier interpretación literal
de las Escrituras:
1. Jesucristo pronto
volverá físicamente a la tierra.
2. Nadie sabe o puede
determinar el tiempo de Su venida; la iglesia debe estar lista en todo
momento (Mateo 24:42-44; Marcos 13:33-37; Romanos 13:11-14).
3. Cada persona se
enfrentará con Él en el juicio para recibir el galardón de la vida
eterna o el castigo de la muerte eterna.
¿Cuál es la respuesta
apropiada a la luz de estas verdades maravillosas? “El Espíritu y la
esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y
el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. . . el que da
testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí,
ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:17, 20).
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